google5b980c9aeebc919d.html

martes, 31 de mayo de 2016

LOS MICRORRELATOS DE HOY




RELATOS BREVES

Por Pablo Lautaro (*)


De “Retratos de mitos y mitologías”:



ANSIEDAD

La orden fue precisa, camina delante de ella y no gires para mirarla hasta que estés fuera del inframundo. Orfeo obedeció y aunque los peligros acecharon no se dio vuelta.
Pero la ansiedad lo superó y creyendo estar fuera volvió la mirada para ver el hermoso rostro de su amada. No advirtió que las sombras todavía cubrían parte de los pies de Ella. Eurídice se desintegró sin más posibilidad de regreso… esto habría cambiado si  hubiera existido el espejo.


HAZAÑA

La incansable Penélope sigue tejiendo a través del tiempo.
Los pretendientes también esperan quien sabe qué.
En otros territorios Odiseo seguirá conquistando mujeres. Por último luchará en Troya…luego, regresará a matar a los pretendientes.


De “Retratos sobre misterios”:


TRANSEÚNTE

El joven dijo al policía: esas no son mis pertenencias. Le contó también que la vidriera estaba rota, que la luna salió de ella, que una silueta extraña le preguntó si le podía cuidar esas cosas. Dijo además no pertenecer a ese lugar, que estaba dando vueltas porque alguien le avisó que frente al museo, justo en la esquina, llegaría la nave. Esa que lo llevaría a casa.
Minutos después una luz potente encandiló al agente, quien no logró salir del asombro, quien no pudo convencer a sus superiores de la veracidad de esa historia. Motivo por el cual fue detenido y puesto a disposición de la justicia. Ahora espera sentencia y jura ser inocente aunque es el único imputado del robo a la joyería… Los diamantes no aparecen.



(*) Escritor neuquino. Mail: pablolautaroescritor@yahoo.com.ar. Estos microrrelatos se tomaron de su libro “Retratos” (2007).



Bookmark and Share
votar

jueves, 26 de mayo de 2016

EL POEMA DE HOY





(SIN TÍTULO)

Por Ramón Minieri  (*)



bajo este mar violento
se abrazan
los corales
los vivos y los muertos

hasta que un día emergen
abrazados
sobre este mar violento

y entonces
no hay rompientes que los rompa
y entonces

aquí antaño
aquí abajo
aquí abrazados

los corales
defienden esas islas felices
islas
que jamás vieron.




(*) Escritor de Río Colorado. De la parte “Glorias” de su “Libro de los últimos días” (Edición del autor, Río Colorado, 2010).


Bookmark and Share
votar

lunes, 23 de mayo de 2016

OBRAS DE AUTORES PATAGÓNICOS




COMENTARIO ACERCA DE UN LIBRO RECIENTEMENTE PUBLICADO

“DOMINGO”, DE ANGELINA COVALSCHI (*)




    Cuando la ficción toma como base un hecho real, puede dar lugar a una novela histórica. Pero cuando el texto apunta más a los personajes que a la época en la que se desarrolla la trama, se transforma en una obra intimista, de ribetes psicológicos, que deja de estar ubicada en un determinado punto del tiempo para transformarse en atemporal y perdurable.

    Es lo que sucede con “Domingo”, la última creación de Angelina Coicaud de Covalschi. La obra recuerda el asesinato de una asistente social en manos del paciente psiquiátrico a quién atendía aun estando jubilada; episodio ocurrido en Caleta Olivia unos años atrás. El hecho conmueve a la escritora y la inspira para desarrollar el tema y transformarlo en una obra literaria. El crimen, con su complejidad y sordidez, fue numen para muchos escritores, como Dostoievsky, que incursionaron en sus vericuetos lóbregos. Sin dudas, la problemática es densa y requiere una buena pluma; y la autora supera el requerimiento.

   Es pertinente insistir en que la obra es una novela. Aunque Angelina se compromete con el tema, no transforma al libro en un ensayo académico. La suya es la visión de una artista, donde caben ideas y razonamientos, pero también sentimientos y emociones. La imaginación ocupa el sitio que le corresponde. No es una creatividad desbocada que deforma los acontecimientos, porque los hechos del pasado no pueden modificarse. Es la inventiva justa para recrear la intimidad de los protagonistas; ese mundo interior propio de cada persona; que a veces se oculta tras la máscara de la apariencia física.

   Aun cuando los personajes ficticios de la narración guardan relación con los verdaderos actores del drama, no son exactamente intercambiables. Si bien no puede prevenirse, como en algunas películas, que “los personajes no guardan relación alguna con personas reales”, tampoco puede afirmarse que exista una estricta congruencia entre ambos; por cuanto las figuras de la novela terminan siendo creación, o recreación al menos, de Angelina; quien logra descubrir la personalidad de los actores de la vida real y la sublima en las páginas de su relato.

    La autora desarrolla la vida de la protagonista, Cecilia, y de su victimario, Francisco Heller; partiendo desde sus posiciones en el mundo, distintas y bien diferenciadas. No son vidas paralelas; por el contrario, convergen hacia el trágico momento final. La autora indaga en los antecedentes de la asistente social, mediante una serie de sucesivos raccontos; interesante recurso que proporciona agilidad a la lectura. Ese estilo permite avanzar hacia el luctuoso desenlace en forma atrayente. De otra manera, la presencia de la terrible tragedia final, avizorada en todos los capítulos como una amenaza oculta, tornaría la lectura abrumadora y angustiante.

    Esa indagación en el pasado de Cecilia reconstruye la formación de su profunda vocación por ayudar al prójimo; que la lleva, inexorable, hacia su culminación como ser humano. Por ello la novela de Angelina presenta dos vertientes interrelacionadas: una faz sociológica, la presencia del trabajo social como disciplina de peso en las relaciones de la comunidad; y una faz psicológica, la constitución espiritual de quien por convicción se convierte en trabajador social. Dice, por ejemplo, de Cecilia:

“Vivió una vida plena, auténtica, pero hincó las raíces de su corazón en el mundo y en los destinatarios de la asistencia social. Ese compromiso fue su verdadero poder. Allí no cabía el miedo. Y si lo experimentó, lo habrá considerado ruin e insignificante. Su don consistió en ayudar a otros en su viaje. Modelar la materia de sus vidas”.

  Por otro lado, la descripción de la enfermedad de Francisco a lo largo de los capítulos también preanuncia, con la implacabilidad de la lluvia, al decir de Hilaire Belloc, o de cualquier otro inevitable fenómeno natural, la violencia del final. Las fantasías del hombre son descriptas por Angelina de una manera que recuerda las alucinaciones detalladas por Doris Lessing en su obra “Instrucciones para un descenso al infierno”. Cuando reseña una excursión, mitad real, mitad imaginaria, que el enfermo realiza en Chile, describe:

“En los pasillos del Hospital habló de su aventura… Días de navegación por las islas del sur. El agua que golpeaba la proa del barco en busca de huecos tibios. Los monstruos marinos sobre las olas. Desde las fosas oscuras del Pacífico vendrían a juntarse con Heller, para acordar alguna venganza”.

    Cecilia y Francisco son el centro de la historia; pero a su alrededor giran una constelación de amigos, colegas de trabajo, terceras personas; que conforman la trama argumental. Son parte de un universo que, como otros ámbitos laborales, permanece casi ignorado por el resto de la sociedad; aun cuando mucho de su funcionamiento se deba a su tarea humilde y silenciosa: el del Trabajo Social. Marcela, Alicia, Lucía, Marcos, Guillermo y muchos otros, son todos habitantes, en sus distintos roles, de ese cosmos. Sus testimonios, enriquecidos por la interpretación de la autora, refieren los hechos sucedidos hasta el momento álgido de la muerte; trance que, al contrario, transcurre sin testigos. Sus relatos tejen como una manta hecha de retazos, que brinda un múltiple punto de vista sobre el ambiente en el cual la tragedia discurre; otro interesante recurso con el que Angelina ameniza la narración.

   La tapa es la obra “Libélula” de la pintora Graciela Ronconi, de Rada Tilly; en tanto la introducción es de María Ester Labado. El prólogo, explicatorio, es de la propia Angelina.

    “Domingo” es una novela con todas las letras, digna de figurar entre el resto de las excelentes obras que la autora ofreció a lo largo de los años. Es una novela, sí, pero también es un grito. Pero no un grito destemplado y estridente; sino un llamado de atención en voz alta. Es un aviso a la comunidad, que Angelina, con su calidad literaria y su sensibilidad artística, logra transmitir Y ese aviso dice que hay mucha gente entre nosotros que hace todo lo posible por cuidar al prójimo, que es capaz de dar hasta la vida para cumplir esta solidaria misión; y que, aunque no lo pida, debe ser reconocida y cuidada por el resto de la sociedad.


J.E.L.V.



(*) “Domingo: novela inspirada en el asesinato de una asistente social”, por Angelina Covalschi. Remitente Patagonia, Trelew, 2015.

Bookmark and Share
votar

jueves, 19 de mayo de 2016

EL CUENTO DE HOY




LOS TRECE VOTOS

Por Donald Borsella



    Sucedió en mi pueblo, hace ya mucho tiempo. Fue en época de elecciones, las primeras que se hicieron desde que el mundo es mundo... ¡y las primeras también en quebrar para siempre la paz de la Estación, el apacible rincón de mi niñez!
    El pueblo no era más que un campamento ferroviario y contaba con un galpón de máquinas, varias oficinas y hasta una insinuación de calle y diagonales. Algunas familias, provenientes de modestos parajes cercanos absorbidos por el ferrocarril, acrecentaban la población.
   Sobre las faldas boscosas del oeste y en varios cañadones abrigados vivían los mas antiguos vecinos, desde mucho antes de la llegada del "trencito". Uno de ellos era Basilio Cumillanca, apodado también "Cumillanca Rico", quizá por antonomasia de su antiguo linaje, acaso por comparación con otros de su apellido, araucanos como él pero de pobrísima condición.
   Basilio se distinguía netamente, no sólo de sus hermanos de raza sino de todos los vecinos de esa parte. Se ufanaba de ser "hombre de lecturas" y de haber hecho estudios en un colegio primario de "la provincia" –que así se llamaba en aquel tiempo a cualquier lugar del norte del Río Negro – atributo de quienes pertenecieran en las lejanas épocas a familias de holgura económica.
   Quien llegara a la casa de Cumillanca podía observar, en un ángulo de la vasta cocina-comedor, una nutrida biblioteca en la que alternaban folletines de Pérez Escrich y del Val con libros de magia; una vieja edición barcelonesa de la Geografía de Reclús y, junto al Quijote, una Biblia de tapas de cuero graneado. Además celoso coleccionista de Caras y Caretas, conocía de memoria todo el anecdotario político acumulado por décadas en las envejecidas páginas del semanario.
   Como es lógico, esa literatura heterogénea produjo, con el andar del tiempo, una inmensa miscelánea de sabiduría en "tono menor" con sus abundantes, si, pero excusables lagunas...
    Un caluroso día de febrero, en vísperas de los comicios, Basilio Cumillanca recibió la visita de Delmiro Echaurren, el farmacéutico de La Estación.
   Echaurren dejó la camioneta junta a la tranquera y subió a pie, dificultosamente, el resto del trayecto; una cuesta pronunciada en la que menudeaban mosquetas, lauras y michayes. Sintió ladridos cercanos y dijo a su acompañante, el idóneo García: - parece que está. Pueda ser que no nos haga hablar mucho.
   En un recodo, tras un bosquecillo de retamos, apareció la rústica casona de pared francesa y techumbre de tejuelas desparejas. Estaba ubicada en un hermoso sitio, al pie de una empinada ladera por la que trepaba el intenso verde oscuro de las lengas.
—¡Qué lindo es esto! ¿Eh? Hacía tiempo que no veníamos por acá, ¿no es así?
—Desde Septiembre, doctor –apuntó García- Cuando vinimos a buscar los pavos para la velada de...
   Un "!juera!" poderoso dado a los tres perros negros por el dueño de la casa los interrumpió. La voluminosa silueta de Basilio se recortó en el vano de la puerta principal mientras bajaba por el escalón de troncos, exclamando:
—¡Adelante, sin miedo! ¡Tanto tiempo, doctor!
—Qué sorpresa más agradable! ¡Pasen, pasen!
   García miró capciosamente a Echaurren como diciendo: "Ya comenzó a charlar. Mientras no se entusiasme demasiado..."
   El Plan que llevaba el farmacéutico y que según él culminaría con la obtención de los votos para su partido de toda la familia Cumillanca, era el siguiente: abordar el tema de las elecciones sin demostrar vehemencias. Nada de ataques personales a sus adversarios políticos: el comerciante José Raúl y el joven Ingeniero del Ferrocarril, O´brien.
   Ahora era preciso (y más tratándose de Cumillanca, poseedor de un buen lote de votos) obrar con suma cautela. Echaurren, cuyo genio extemporáneo era ya clásico, sabría disimular sus arrebatos y procedería con mesura y amabilidad, bien secundado por su ayudante García. Luego del saludo de rigor, al entrar a la cocina su primer comentario fue:
—¡Pero que hacía tiempo que no subía una loma! ¿O será que uno se cansa porque se está volviendo viejo? ¿Y, don Basilio? ¿Terminó la esquila ya? ("¡Vaya con la pregunta que hago!" –reaccionó alarmado– "¡Como si la esquila siguiera más allá de la primera semana del año!...").
La respuesta del indio lo desconcertó:
—¡No me va a decir, doctor! ¿Que no andará de acopiador de frutos del país?— y el tono afectuosamente burlón fue seguido de un comentario que denotaba preocupación y borraba todo signo de suspicacia—. La lana cosechada este año no tiene precio, no hay ofertas, van mal las cosas...
   "Nosotros somos los que estamos empezando mal..." –pensó el idóneo–. "Esto nos va a resultar difícil..." Y en un intento de encaminar la conversación hacia temas que no presentaran escabrosidades, preguntó con fingido interés:
—Hablando de lana, ¿no le quedarían unos kilitos de chiva? ¡Mire que me dio resultado el año pasado! ¿Eh? Ahora quisiera para un regalo... ¡No hay nada mejor para lucir una buena prenda! ¿Verdad? 
—¡Cómo no! —dijo Basilio—. Le guardaré en cuantito termine de hilar la patrona... ¡una enrulada mora de castrón! —y contuvo a tiempo la risa que le pareció prudente transformar en invitación—. Pero vamos a ver: ¿qué les sirvo? ¿Tomamos mate o un guindado casero?
—¡Estoy con el guindado! –dijo rápido Echurren, que momentos antes había recorrido con la vista la dudosa higiene de los rincones.
—¡Dorotea! ¡Rudecinda!— Gritó el dueño de casa llamando simultáneamente a su mujer y a su hija—. ¡A ver, un guindado, que el doctor quiere probarlo!
   Doña Dorotea, en quien los rasgos mapuches eran muy acentuados, apareció sonriente ofreciendo a las visitas un gran botellón de terracota.
   Enorme debía ser la graduación alcohólica del brebaje a juzgar por los esfuerzos de Echaurren para tragarlo. El, enemigo acérrimo de las bebidas fuertes, se obligaba ahora a ingerir eso por elementales razones de diplomacia y caballerosidad...
   La conversación entró en un ritmo monótono. Preguntas y respuestas sobre el estado del campo, el tiempo, los animales, la alfalfa. Pero de política, que era el tema que esperaban inaugurara Cumillanca, ¡nada!
   Los minutos se sucedían pesadamente. Eran las tres de la tarde, de una tarde agobiante de calor y el boticario empezaba a extrañar su siesta. Ahora, en lo alto de los cipreses, los pitíos "anunciaban visitas" con estridencia ya al graznar de los gansos se sumaba el balido de los chivitos guachos. Lejos en el fondo del valle, el Chubut zigzagueaba en su cauce que busca el mar.
   De pronto, la conversación tuvo un giro que Echaurren creyó oportuno, preparándose a incursionar en el tema deseado.
—Los otros días —dijo el indio— estuve leyendo algo sobre la política, porque no sé quién se estuvo acordando la vez pasada, que me preguntaba... Y me viene bien ahora que están ustedes y deben de saber. ¿Cuál fue el primer partido que hubo en el país?
   García miró a su patrón. La pregunta era por demás sugestiva y podría esconder un doble sentido o bien ser motivo de una plática peligrosa para los fines que ellos perseguían.
   Mire, la verdad, Don Basilio —respondió titubeante el "doctor"— es que deberíamos remontarnos a la época de la Revolución y aún antes. Pero para satisfacer esa interesante pregunta, digo, de una manera terminante, sería necesario consultar algún tratado, un historiador. Pero a pesar de eso no estoy seguro de que... ¡Aunque ahí a lo mejor se encuentra algo en esas formidables colecciones! —agregó señalando significativamente la biblioteca—. Porque no olvide que algunos autores sostienen un punto de vista y otros. Otro...
   Y poniéndose de pie adoptando un porte trascendental, prosiguió:
—Muchos, muchos años después de Mayo, mi amigo don Basilio, será cuando comienza a aflorar en el espíritu del pueblo la noción del lugar que cada uno ocupa en el ámbito de nuestra sociedad. Lo que ha ocurrido desde ahí hasta hoy día es bien conocido por usted. Ahora bien...
   Un acceso de tos del idóneo le recordó que tuviera cuidado al abordar el asunto que los había llevado a la casa de Cumillanca. Y éste, que al parecer empezaba a entusiasmarse con el discurso, agregó:
—...Ahora son muchos los partidos que hay, ¿no, Doctor? Pero aquí en La Estación, no tantos, Tres parece que tenimos, ¿no?
—Efectivamente, usted lo dijo. Tenemos tres. Y fíjese: precisamente nosotros pertenecemos a uno de ellos. Y... es conveniente eso, la diversidad de opiniones, porque eso habla de un clima de democracia, ¿no es verdad?
—Ah!, sí! ¡Muy bueno eso! Y así que el domingo, primera vez en tantos años. ¡Pucha que va a estar lindo el domingo!
   El interés demostrado por Cumillanca era alentador y las cosas pintaban bien, pero las horas pasaban de una manera alarmante. Y cuando Basilio se acercó al botellón para servir otra vuelta de licor, el farmacéutico dijo por lo bajo a su segundo:
—No podemos perder más tiempo. Al grano y se acabó. ¡Salga lo que salga!
   García repuso temeroso:
—Despacio, doctor, no apure mucho.
   En contra de lo esperado, fue el indio quién, mientras llenaba las copas nuevamente, reanudó la charla:
—Veremos entonces si cambean las cosas. Mire que así no se puede seguir. Lo malo fuera que uno se equivocara en la votación... —Y sus ojos achinados relampaguearon.
—¡De ninguna manera, mi amigo! —casi gritó Echaurren—. Y para demostrarle la confianza que usted nos inspira, le diré: La Estación necesita de gente que le tenga cariño pero que también conozca a fondo sus problemas. Qué haríamos con poseer un gran capital por ejemplo (aludía al "turco Raúl"). Si no nos interesan las dificultades de nuestros semejantes? ¿O soñamos con hacer muchas cosas lindas y apenas conocemos a nuestros vecinos más cercanos? (Se refería a O´Brien, llegado no hacía mucho a la Estación. Es imprescindible, por tanto y entre las otras cosas, por las características específicas de nuestra comarca, el fraccionamiento del valle en una ecuánime repartición, aunque haya que llegar a... a cualquier medida que en un principio pueda ser considerada como... Es decir, imponer nuestros postulados con energía, dentro de los límites que nos imponen la razón y la justicia, ¡porque serán multitudes las que nos acompañarán en nuestra acción! Además, una sucursal bancaria para ayudar a los esforzados productores que como usted... Por eso Don Basilio —y aquí impostó la voz para proseguir en tono solemne, gesticulando misteriosamente: —...Por eso nuestro partido ha estudiado a fondo esos problemas y será el único que velará por los intereses de la clase trabajadora.
   Como empujado por ese brazo extendido que se prolongaba en el índice admonitorio, que avanzaba centímetro a centímetro mientras la voz de su dueño era cada vez mas imperativa, Basilio Cumillanca comenzó a retroceder. Se encontró de repente sentado, sumido en un viejo sofá de alto respaldar y patas recortadas. Desde esa profundidad miraba hacia arriba, absorto, fascinado por la magia de la arenga que seguía zumbando cálida y dulzona.
—...Que estos momentos históricos de los cuales somos protagonistas deben incluir la participación de quienes como usted, por su alta capacidad e intelecto, por su hombría de bien, por su caballerosidad, servirán de ejemplo a las generaciones venideras. La gran oportunidad ha llegado... Ahora o nunca... ¡Porque somos nosotros, don Basilio, quienes tenemos en nuestras manos esa posibilidad de producir el cambio total, inmediato y profundo, de sacudir, bien digo, de borrar para siempre la injusticia reinante, la desproporción, el tiempo perdido. ¡Y lo maravilloso es que no nos esforzaremos solamente para el futuro, porque también seremos espectadores de esa esplendente realidad que alcanzará a todos por igual y que ya tenemos al alcance de la mano! Bienestar, justicia, igualdad...
—Me gusta... Sí... Que me gusta... Nunca así... lo hubiera imaginado... —subrayó en un hilo de voz y como en éxtasis Cumillanca.
   Se produjo un dorado silencio, un paréntesis de gozosa expectación que iluminó el rostro de García. ¡En un santiamén se había logrado lo que momentos antes pareciera imposible! Y el "doctor" eufórico por el triunfo que ya veía en sus manos, de un trago vacío la copa que conservara intacta durante su disertación.
—Dígame, Doctor, una pregunta... —recomenzó Basilio pausadamente con leve gesto de duda—. Así que de ganar ustedes, se entregaría el título a los que ocupamos un retazo denantes?
—Por supuesto! ¡Y no sólo eso! ¡Se harán de inmediato nuevas ordenanzas para satisfacer ampliamente a los que quieran trabajar la tierra de verdad!
—Así que las casi cien hitáreas que ocupo... Y como yo los demás... ¡Ah! ¿Y usté también doctor, con el campito que tiene en el Rincón donde el alfa?
—Y claro... Yo también... —repuso éste reticente.
—¡Ahjá! Y hablando del alfa, ¿ya estará para el segundo corte?
—Así es. Sólo que por tanto trabajo en estos días, no he tenido tiempo. Ya está que florece. Y no he podido buscar a nadie...
—Mañana sábado... —Calculó el otro pensativo—. Mañana yo con mis hijos, ¡le liquidamos las ocho hitáreas! Claro... Si es que no tiene apalabrado a nadies...
   Echaurren, ni lerdo ni perezoso, vio la gran oportunidad, pero dejó hablar primero a García: —¡Me parece muy, pero muy bien! ¡Don Basilio y sus cinco hijos se lo devoran al alfalfar en un solo día!
—Eso mismo iba a decir yo. ¡Ah! y habrá que ponerle precio al corte, ¿no, don Basilio?
—Usted dirá, doctor. Yo, con seis toneladitas me conformaría... ("Seis toneladas!"—pensó angustiado el boticario. ¡Cuándo hubiera pensado pagar algo semejante por un corte! ¡Y nada menos que del segundo, que es cuando más pareja sale la alfalfa!). Pero, rehaciéndose, dijo con desenvoltura:
—Qué don Basilio este! ¡Claro, hombre! Lo que usted diga está bien!
   García miró a Echaurren sonriente y acercó su portafolios:
—¡Cuánto me alegra esta feliz solución! ¿Adónde encontrar más suerte? ¿Eh, doctor? Y ahora, ¡qué lástima! Debo recordarle lo que me dijo, que le avisara por lo de la entrevista que teníamos para las cinco. Es decir, que lamentablemente debemos irnos... Ah! Y como suponemos que le podrá interesar al señor Cumillanca, le podríamos dejar...
—Qué son? ¿Papeletas? —dijo el indio acercándose interesado—. Y, aquí habimos una buena majada. Cinco varones casados, que hacen diez. La hija de dieciocho, once. La patrona y un servidor, trece en total.
—¡Oh, qué bueno! —festejó el idóneo—. ¡Trece habían sido!
   (¡Si lo sabría! ¡Las veces que, al consultar el padrón comunal, considerara que con esos trece votos podrían volcar las elecciones a favor de su partido!)
   Contó despaciosamente trece boletas y dijo:
—De usted, Don Basilio, sabemos que no necesita consejos sobre la forma de sufragar. Eso sí, explíquele a su gente como hay que hacer; es la primera vez y no sea que no se equivoquen.
   Cálidos apretones de mano constituyeron el colofón de una visita de tres horas que a Echaurren le parecieron tres siglos. Desde la tranquera, exclamó alegremente:
—¡Mañana la alfalfa, y el domingo, temprano, ¿eh?
—¡Descuide, Doctor! ¡Descuide! —y un ¡juera! final a los tres perros negros terminó con la entrevista.
   Ya en la camioneta, García comentaba gozoso: ¡La aseguramos, doctor! ¡La aseguramos!
—Mire che: —bostezaba satisfecho su patrón—. Yo siempre lo dije. Con esta gente, sabiendo proceder y no mintiéndoles ni cargoséandolos se consigue lo que uno quiera. Actuando con honestidad siempre los triunfos estarán cercanos. A todo esto... ¿Habrán andado por acá O´Brien o Raúl? ¡Qué sueño que me dio. ¡Era alcohol puro ese guindado!
   Su compañero no escuchaba: —¡Ahora sí! ¡Ahora sí que la tenemos segura! —–repetía maquinalmente ignorando al parecer las piedras y los baches del camino.
   En la noche del sábado, después de regresar del cuadro del Rincón dónde con sus hijos realizara el corte prometido. Cumillanca presidía una reunión extraordinaria, junto al fuego que doraba dos corderos.
   Toda la familia, incluso los numerosos nietos que correteaban alegres presintiendo un suculento banquete, se aprestaba a escuchar a quién, antes de la primera tajada de rigor, se dispuso a hablar:
— Hijos —comenzó—. Mañana temprano estamos obligados a bajar al pueblo por algo muy importante. Tenemos que elegir nuestras autoridades por la pura voluntad de nosotros. Ayer vino el doctor Echaurren y nos dejó esto. (Mostró los trece votos). Antiayer me cruzó don Amado Raúl (mostró otro grupo igual de papeles) y el miércoles me atajó en el martillo el ingeniero O´Brien (aquí, el último manojo de boletas). Los tres partidos de la Estación nos tienen confianza y nos piden ayuda. Nosotros somos amigos de todos y ellos también son amigos de nosotros. Sí, amigos de nosotros... Si no, el doctor no me hubiera dado seis toneladas por el corte de hoy! ¡Y José Raúl no me hubiera pagado los cueros, al barrer, sesenta, de carniados y mortecinos!... ¡Y el ingeniero no me hubiera aceptado las vigas de coihue a doce el pie, puesto en cargadero! Un "Ohhh" verdaderamente admirativo subrayó las sorprendentes noticias.
—Por eso, porque son buenos amigos todos, tenemos que saber agradecer. Mañana los mayores iremos a la votación. Entonces, a ver: vayan guardando esto, que no se ensucien. Inocencio y Romilio —dijo señalando a sus dos hijos mayores que asentían con rítmicos movimientos de cabeza— votarán por el partido del doctor. Ustedes, Benicio y Sandalio, por el de don Raúl: otros cuatro. Basilio chico —indicó al menor, junto a su pareja— la patrona y Rudecinda, cuatro para el ingeniero. Total, doce papeletas.
   E irguiéndose un poco más y acaso teniendo en cuenta el equitativo valor de la alfalfa, los cueros y las maderas, agregó:
—¡Con los amigos el agradecimiento debe ser parejo! ¡El último voto, que es el mío, irá en blanco! —para terminar, enarbolando el cuchillo:
—¡Ahora el asado! ¡Que se está pasando!



Bookmark and Share
votar

viernes, 13 de mayo de 2016

LA NOTA DE HOY





51 MILLAS SIN AGUA

                                   Por Jorge Eduardo Lenard Vives



Cuando Roberto J. Payró visitó Puerto Madryn en 1898, durante su excusión a la Patagonia plasmada luego en la obra “La Australia Argentina”, se conmovió ante una gran chapa de bronce adosada a la pared de la subprefectura que, como prohibición y amenaza a la vez, tenía grabado el siguiente aviso:

“DE AQUÍ HASTA LA COLONIA CHUBUT HAY 51 MILLAS SIN AGUA
D'ICI JUSQU'À LA COLONIE CHUBUT IL Y A 51 MILLES SANS EAU.
THE DISTANCE FROM HERE TO THE CHUBUT'S COLONY IS 51 MILES WITHOUT WATER.
VON HIER BIS ZUR KOLONIE CHUBUT SIND 51 MEILEN OHNE WASSER.
DA CUI ALLA COLONIA CHUBUT VI SONO 51 MIGLIE SENZA ACQUA.
D'AQI HATE A COLONIA CHUBUT HA 51 MILHAS SEIN AGUA”

A continuación el escritor agrega: “Y esta frase, que no invita ni mucho menos a internarse en aquellas regiones, está repetida en todos esos idiomas, para que nadie ignore la travesía que tendría que hacer en el mayor de los desamparos”. Uno de los primeros en sufrir esta triste realidad fue David Williams, quien, en pos del Valle prometido o quizás de los frondosos bosques sobre los que había leído, se extravió y murió en la meseta. Falleció a pocos kilómetros de la costa del río Chubut y a metros de la inmensidad del mar; cuyo líquido contenido era incapaz de calmar su sed.

La paradoja de los dos desiertos, ocre por un lado y azul por el otro, sumado a la advertencia del cartel en Puerto Madryn, llevó al autor de estas líneas a escribir, años atrás, un cuento llamado “51 millas, sin agua”. Allí se imagina la marcha de un par de aspirantes a colonos, cuyas ilusiones frustra la aridez del terreno. Las últimas frases del relato dicen: “El hombre que había sido herrero avanzó con el agua hasta la cintura como queriendo alcanzar el horizonte. Su mente estaba extraviada: lo único que quería era sumergirse en esa enorme masa de agua y calmar la sed bestial que lo torturaba. Trastabilló en la arcilla de la restinga y se hundió dentro de un canal profundo que dividía el suelo rocoso. Tal vez luchando un poco podría haberse salvado. Pero ya no tenía voluntad de vivir. La meseta, la inanición, la falta de agua y la soledad le habían quitado el más mínimo indicio de voluntad. Se dejó morir.”

Tal como sucedió con Payró, el letrero causó una desoladora impresión a Teodoro Caillet Bois; quien recuerda el momento en su libro "Los Viajes de la Sarmiento 1899/1931". Refiere allí la navegación que realizó a los mares australes en 1898; en cuyo transcurso, según el autor, hizo una “Breve escala en Madryn, durante la cual —dice mi libreta de apuntes— sopla constantemente viento muy fuerte de tierra, arruchado a veces-, produciendo un raro zumbido en el aire. Costas de aridez espantosa; matorrales achaparrados color rojizo, como calcinados...: tal mi primera impresión, algo extraña y muy poco halagüeña, de la Patagonia. Madryn se compone de cinco casas: la subprefectura, galponcito desierto, con un inquietante letrero previniendo en seis idiomas a los desertores en ciernes que de aquí a la colonia del Chubut hay 51 millas sin agua…”

El “inquietante letrero”, el “aviso prohibitivo y amenazante”, era un cabal símbolo de la Patagonia. Luego de cumplir su función admonitoria, los azares del tiempo lo llevaron a ser expuesto en una sala del Museo Naval Nacional de Tigre. Allí esa obra, producto de un previsor funcionario cuyo nombre la Historia no recuerda pero que a lo mejor salvó muchas vidas, puede ser visto por los visitantes en el entorno verde y exuberante del Delta del Paraná; que torna exótica la severidad de la prevención escrita en castellano, francés, inglés, alemán, italiano y portugués. Llama la atención que la frase no esté traducida a la lengua más oída por entonces en aquellas latitudes; el galés. Tal vez fue porque los que hablaban ese idioma, no necesitaban del consejo; sabían muy bien de la aspereza del trayecto. La conocían no sólo por la tragedia de David Williams, sino por la experiencia de su primera marcha para unir el golfo y el valle, en 1865. Fernando Williams, en su valioso trabajo “Desde las colinas de Jerusalén. Desierto y literatura en la colonia  galesa de la Patagonia”, describe esa marcha:

“El contingente permaneció a orillas del Golfo Nuevo por poco tiempo, ya que el destino final era el valle del río Chubut… las vicisitudes del traslado mostraron a los colonos la rigurosidad… del territorio... Para los que emprendieron el trayecto por tierra, el desconocimiento del monótono terreno significó que… en vez de llegar en dos días, estuvieron cerca de cuatro días perdidos en el campo. Esta situación se vio agravada por la falta de agua, que puso a muchos al borde de la muerte…”

“Al inicio de la travesía, Richard Jones anunciaba: teníamos que cruzar decenas de millas de campo seco para alcanzar el valle donde pretendíamos establecernos. Más adelante, en el medio de la travesía, señalaba: Considérese, por un momento cual era nuestra situación: en el medio del desierto, sin un bocado ni un sorbo de nada, y por lo tanto la muerte acechando en todas direcciones”.

El investigador también recuerda la versión del Himno galés que Robert Meirion Williams compuso en 1867 al dejar la Patagonia. Esos versos, que rememoran la fiereza del “anialwch” donde la Colonia semejaba un oasis perdido, pueden servir de adecuado colofón a esta nota:

“Los hijos de Gomer pensaron seriamente / en establecer una colonia para los dignos galeses /
en tierra de la Patagonia… / A pesar de arrojar las semillas y las plantas,/
para que crecieran benéficas en la tierra, / no había en ésta casi nada,/
(salvo) la sequedad devoradora, venenosa, y el viento /y se marchitaron, no brotaron como antes.”





Nota: el autor de esta nota comprobó que el cartel de bronce está en el Museo Naval de Tigre. También Patricio Donato confirma la presencia en su blog “Bahía sin fondo” (24/07/13). Respecto al interesante trabajo de Fernando Williams, se tomó sólo lo referido a la  marcha desde Madryn al Valle; pero su tesis desarrolla una profunda idea referida a la relación entre los colonos y la Patagonia. Sobre el cuento “51 millas, sin agua”, obtuvo una mención en un concurso de la editorial neuquina Bekar. Como curiosidad, se sabe que fue coincidente la estadía en Madryn de Payró, a bordo del “Villarino”, y de Caillet Bois, en la Sarmiento. Finalmente, la palabra galesa “anialwch” quiere decir, por supuesto, “desierto”.
Bookmark and Share
votar

miércoles, 4 de mayo de 2016

EL POEMA DE HOY







Va a dar de nuevo…

Por Jorge Baudés




Encrespado, con sus lenguas como un fauno emergiendo del averno
abrió las fauces de esponjosa lava, vertió sobre la arena tentáculos de espuma
y con inusitada vehemencia, desgarró la playa.

Trémulos, impensados testigos en desatada furia
curvaron su anterior estirpe, nativos tamariscos.
Desgajados, perplejos, inconcientes.

Próximo a ellos, el Puerto y sus bajeles.
Tronchada pesca, condenados a un retorno anticipado.
Eludiendo escarchas de sal y olas traicioneras

se acerca un navío, esquivando bancos de arena agazapados.
Lanza cabos hacia un muelle que resiste el cobijarlo
y extrema la pericia en su quehacer, el marinero.

El viento se apodera del entorno y funda el señorío
Por un momento…hasta el cielo ha sido hecho prisionero.
Parece que Dios mezcló las cartas nuevamente, y va a dar de nuevo…


Bookmark and Share
votar